No es una recreación, es una lucha real. El combate medieval tiene cada
vez más adeptos en España. Empleados de banca, oficinistas y
comerciantes se enrolan en más de una decena de equipos que participan
en competiciones internacionales. Asistimos a uno de estos torneos,
celebrado en el Castillo de Pedraza
Cuando estás en la liza, el único fin es la supervivencia», afirma Raúl Sacristán, empleado de banca en Madrid y miembro del equipo de combate medieval Ursus Custodes.
Aunque morir aquí es un eufemismo: la derrota se produce o bien por
puntuación, o bien cuando el luchador es derribado y tres partes del
cuerpo, incluida el arma, tocan el suelo. No hay ni habrá sangre.
Pero, salvo este detalle, todo es real: lo son las espadas de acero y
las hachas o mazas que se usan, fieles reproducciones de las armas
medievales; y reales son también los golpes que se reciben. Esto no es teatro.
Como no lo era en aquella lejana época en los siglos XIV, XV y
principios del XVI en que los soldados tenían que buscarse una ocupación
en tiempos de paz. Sin guerra no había ingresos. Surgieron así los
combates de exhibición, los llamados 'torneos a pie': el caballo era un
lujo fuera del alcance de la mayoría de los combatientes.
Hoy son muchos en todo el mundo los que han recuperado esta antigua práctica. En países del Este de Europa, como Polonia, Rusia o Ucrania, hace dos décadas que se practica este deporte de full contact. En España cuenta con más de una decena de equipos y más de un centenar de aficionados. Los equipos lucen nombres como Ursus Custodes, Valentia Victrix, Urna Regnum, Bohurt Zona Sur, o Bohurt Castilla.
«La idea ahora es formar una liga a nivel nacional en España», explica
Enrique Laborde, organizador del I Torneo de Combate Medieval Castillo y
Villa de Pedraza. El día del torneo, enfundados en armaduras cuyo peso ronda los 30 kilos, los contrincantes pugnan por derribar al contrario. «La seguridad es fundamental y luchamos muy protegidos», cuenta Fernando Torrent,
capitán del equipo Ursus Custodes. «Pero en el casco resuenan los
golpes y la sensación es muy impactante. Incluso hueles el metal. Y te
desubicas», continúa. A ello hay que sumar la escasa visibilidad por ir
con casco. Y la falta de oxígeno. Los combates son cortos e intensos.
Hasta que el marshall (el árbitro) anuncia que quedan diez segundos. La
grada se viene arriba.
Todo está bien medido, con dos criterios
fundamentales: la seguridad y el rigor histórico. Los equipos deben
atenerse a las normas de la International Medieval Combat Federation,
que estipula desde el grosor de la armadura hasta la obligación de que
las armas y protecciones tengan un referente histórico real. Las armas
deben lucir filos redondeados. Y no pueden tener ralladuras ni
mellas. También los golpes y técnicas están estipulados en función del
tipo de combate de que se trate: un duelo individual, melés de 5 contra 5
o de 16 contra 16... Las lesiones no van más allá de
torceduras de tobillo o malestar en las rodillas. «Empezamos utilizando
armas blandas», explica Lidia Pérez, luchadora del equipo Bohurt Zona
Sur. Sí, también hay mujeres combatientes. Antes de calzarse la
armadura, se van subiendo escalafones, desde el escudero hasta el
combatiente. Entre otras cosas porque no es sencillo ni barato hacerse
con una armadura completa: cuestan entre 1500 y 2500 euros y están
hechas a mano.El mes de mayo será exigente, con las dos competiciones
internacionales más importantes: el 5 de mayo arranca en Praga el
combate Battle of the Nations. Y entre el 26 y el 29 se celebra el
Campeonato Mundial de Combate Medieval en Portugal. El año pasado se
celebró en Polonia, y dos luchadoras españolas lograron el bronce.
Daniel méndez -
XL Semanal