Últimamente, y a pesar de mis
esfuerzos, me encuentro algo bajo de forma. Es un hecho. El espejo me muestra
una imagen adecuada, pero no refleja la fatiga que siento en mis huesos. He
estado reflexionando mucho sobre esto… y es que desde que soy padre, estoy
llegando a estas fechas más por inercia y cabezonería que por otra cosa.
Antes era bien distinto. Terminaba
el curso en mejor forma que nunca, fuerte y concentrado. Sin embargo desde mi
paternidad, a medida que el curso avanza el agotamiento va trepándome en cima,
hasta hacerme hincar la rodilla resoplando.
Los motivos se me revelan cristalinos
después de analizar detenidamente el problema: Por un lado, y como cualquier
padre habrá descubierto, tener un bebe
supone descansar poco (o muy poco), tener menos tiempo libre (o mucho menos), y
abre la puerta a un sinfín de nuevas preocupaciones que te obligan a
reorganizar tus prioridades ( y te ponen la cabeza un poco loca, dicho sea de
paso).
Esto ha supuesto un golpe para mi
Kung Fu. Un buen golpe, para que negarlo, pero aunque estoy bastante orgulloso
de que no lo haya tumbado (muchos en mi lugar lo han dejado), también ha
significado que entreno aproximadamente la
mitad de lo que entrenaba antes, y eso tiene un precio que se paga en
fatiga y velocidad de aprendizaje. Lo que no ha impedido que siga mejorando y
progresando en mi Kung Fu. Solo que mas despacio y acusando el doble cansancio
(si, parece que algo masoca hay que ser en esto de las aamm).
La conclusión a la que he llegado es
esta: La vida son ciclos. Algunos son cuesta abajo y otros cuesta arriba, pero
todos son limitados en el tiempo (tienen un final), y unos suceden a los otros.
La cuestión es como vas a afrontarlos.
Yo por mi parte seguiré
entrenando y mejorando. Es mi elección, soy demasiado orgulloso y cabezón para
dejarlo ahora. Que cada cual haga la suya.
Nos leemos.