Me gusta la analogía japonesa del
camino cuando me refiero al proceso de aprendizaje de un arte marcial. Lo
encuentro grafico. De esta manera uno es el que lo recorre, y el aprendizaje es
el propio camino, un camino lleno de subidas y bajadas, repleto de alegría y
frustración… en definitiva un camino duro y lleno de dificultades.
Y en este camino de auto conocimiento
y habilidad, a todos los artistas
marciales nos llega un momento en el que nos encontramos ante retos de difícil solución.
Dificultades complejas que bien podrían originarse en nuestra propia naturaleza
humana, y que nos lastran en el objetivo de seguir avanzando y mejorando. Ya no
es cuestión de saltar mas alto, pegar mas fuerte o ser mas ágil peleando… es cuestión
de pulir las 1000 sutilezas que en su momento dejamos de lado por apreciarlas
como menos importantes o que no terminamos de comprender en su justa medida,
pero que llegado a cierto nivel, son los auténticos marcadores que indican nuestro grado de habilidad.
La diferencia entre lo que esta
realmente bien y la mediocridad.
Estos “descosidos” en nuestra
técnica son complicados de solucionar, pues nos exigen nuestro mejor esfuerzo, al
ser vicios que llevamos muy dentro de nosotros mismos y nos impiden seguir
avanzando. Es en estos momentos en los que muchos veteranos abandonan el camino…
y excusas nunca nos han de faltar: “Mi
maestro no me enseña nada nuevo”, “Estoy harto de hacer siempre lo mismo”, “Ya
estoy mayor para esto”, “Nunca voy a poder hacer esto bien”... etc.
Son momentos críticos en la
carrera marcial de cada cual, y requieren una reflexión profunda y personal.
El budismo se suele referir a la
realidad apreciada por los sentidos como una realidad falsa, un juego de luces
y formas subjetivas, que esconden tras de si realidades objetivas… bajo este
punto de vista todas nuestras dudas son solo fantasmas e ilusiones, nuestros
propios demonios de ego, inseguridad y miedo asaltándonos en el camino como bandidos
al abrigo de la oscuridad, y con su “ruido” nos distraen
de la realidad objetiva subyacente: Que
no hay dificultad que no pueda ser superada con el tiempo y el esfuerzo
sincero.
Un consejo de perro viejo,
recordad siempre que nuestro objetivo debería ser el de llegar a ser tan buenos
como podamos ser, no necesariamente los mejores.
A entrenar.