jueves, 29 de mayo de 2014

Descosidos





Me gusta la analogía japonesa del camino cuando me refiero al proceso de aprendizaje de un arte marcial. Lo encuentro grafico. De esta manera uno es el que lo recorre, y el aprendizaje es el propio camino, un camino lleno de subidas y bajadas, repleto de alegría y frustración… en definitiva un camino duro y lleno de dificultades.

Y en este camino de auto conocimiento y  habilidad, a todos los artistas marciales nos llega un momento en el que nos encontramos ante retos de difícil solución. Dificultades complejas que bien podrían originarse en nuestra propia naturaleza humana, y que nos lastran en el objetivo de seguir avanzando y mejorando. Ya no es cuestión de saltar mas alto, pegar mas fuerte o ser mas ágil peleando… es cuestión de pulir las 1000 sutilezas que en su momento dejamos de lado por apreciarlas como menos importantes o que no terminamos de comprender en su justa medida, pero que llegado a cierto nivel, son los auténticos marcadores que indican nuestro grado de habilidad.

La diferencia entre lo que esta realmente bien y la mediocridad.

Estos “descosidos” en nuestra técnica son complicados de solucionar, pues nos exigen nuestro mejor esfuerzo, al ser vicios que llevamos muy dentro de nosotros mismos y nos impiden seguir avanzando. Es en estos momentos en los que muchos veteranos abandonan el camino… y excusas nunca nos han de faltar: “Mi maestro no me enseña nada nuevo”, “Estoy harto de hacer siempre lo mismo”, “Ya estoy mayor para esto”, “Nunca voy a poder hacer esto bien”... etc.

Son momentos críticos en la carrera marcial de cada cual, y requieren una reflexión profunda y personal.

El budismo se suele referir a la realidad apreciada por los sentidos como una realidad falsa, un juego de luces y formas subjetivas, que esconden tras de si realidades objetivas… bajo este punto de vista todas nuestras dudas son solo fantasmas e ilusiones, nuestros propios demonios de ego, inseguridad y miedo asaltándonos en el camino como bandidos al abrigo de la oscuridad, y con su “ruido” nos distraen de la realidad objetiva subyacente: Que no hay dificultad que no pueda ser superada con el tiempo y el esfuerzo sincero.

Un consejo de perro viejo, recordad siempre que nuestro objetivo debería ser el de llegar a ser tan buenos como podamos ser, no necesariamente los mejores.


A entrenar.

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