El despertador salta en tu mesilla con su impertinente rugido.
Lo apagas y te levantas de la cama. Es sábado y son los 08:00. Te lavas la cara
y sacas de la cuna a tu hijo, le das el desayuno de los campeones, y mientras
se lo toma aprovechas para desentumecerte con unos ejercicios de Chi Kung.
Desayunas tú y te vistes con la ropa de entrenamiento. Una camiseta con el nombre
de la escuela en Cantones, y un pantalón holgado gris (fue negro hace años,
pero para lo que vas a hacer no hace falta que estés muy guapo). Le das un beso
a tu mujer y sacas al perro. Cuando vuelvas, otro beso y al gimnasio.
Son las 09:30 y te encuentras con Rubén. Como siempre sois
los primeros en llegar, y eso significa que tenéis que montar el altar. Lentamente
colocáis las fotos de los maestros, Tang
Fong y Chow Wing Tak, la del
padre del sifu, y la de Kuan Kung, el
patrón de las artes marciales chinas. Encendéis inciensos, tres reverencias y a
calentar.
El resto de compañeros van llegando con calma y se unen al
calentamiento. Unas vueltas al trote, movilidad, comba… como es sábado no toca
la típica sesión de Cross-Fit,
compuesta de una infernal sesión de series de flexiones, sentadillas, levantamientos
de pesas, abdominales y carrera. Cuando Sifu
Patxi lo considera adecuado os ponéis en línea y practicáis
desplazamientos, combinaciones, barridos… luego por parejas a practicar estos
movimientos con el compañero. Hoy toca doble bloqueo con los antebrazos, abrir
su guardia, puño a las costillas y agarron de la nuca con zancadilla para
tirarlo al suelo.
Terminados los preliminares, os ponéis el bocado, los
guantes y las espinilleras. Es hora de hacer Sparring. Empezamos solo con puñetazos, después piernas y
finalmente libre. Llueven los golpes, te tiran al suelo, el sifu te riñe por enésima
vez cuando intentas algún golpe ilegal (la ingle, el cuello y la bolea hacia
atrás son mis favoritos). Luego las cosas se ponen mas serias, cuando por
parejas pasáis ante el a zurraros de lo lindo. Solo 3 minutos, pero después de
varias rondas el cansancio se hace difícil de soportar. Los brazos te pesan,
sientes que te mueves como una tortuga, y te palpita la sien de la última
caricia que te ha hecho un compañero.
Ya completamente empapados en sudor, y con las extremidades
que te pesan cien kilos, abandonáis el tatami para volver a la pista. Toca
entrenamiento de formas; esta vez Chei Mei
Kuan (el palo corto). Primero repasáis lo que sabéis y después avanzáis en
la forma. Esta vez te toca sentirte más perdido que un pulpo en un garaje…
perdiste algunas clases críticas que ahora vas a echar de menos. El palo así
no, así. Eso esta mal, piensa. Si no te enteras como va, pues esfuérzate mas. Te
he dicho que así no, es así…
Son las 13:30 y recogéis el altar. Charla con tus
compañeros, cada cual comentando las mejores jugadas, un par de consejos por
aquí y por allá, una ducha y os vais para casa.
Cojeas del pie derecho, y el hombro te promete cien
futuros dolores. Tendras que tratárlos con linimento y aguantarte. Llegas a casa,
besas a tu mujer y a tu hijo, hay que sacar al perro y preparar la comida… por
la tarde a trabajar.
El martes que viene de vuelta al Kwon.
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